Capítulo II: Malvinas, durante la guerra
Vestidos con uniforme militar, con la cabeza rapada, armados, manipulando armamento sofisticado, prácticas constantes de tiro, todo el día portando el fusil, viajar en avión, un cambio muy fuerte para los dieciocho años que teníamos en ese momento y desde la personalidad, estábamos tratando de asimilar esos cambios. La realidad era muy concreta: “No éramos conscientes de lo que estaba pasando, parecía una película de terror.
Después de una breve estadía en el aeropuerto (Puerto Argentino), donde al llegar presenciaron la ceremonia de traslado al continente de los restos mortales del capitán Pedro Giachino, quién había perdido la vida en combate al producirse el primer desembarco y ocupación del archipiélago. El féretro había sido envuelto en una bandera argentina y luego de los honores militares fue introducido en un avión Foker.
La companía fue transportada en helicóptero hacia el rompehielos Almirante Irisar en el que supuestamente se trasladarían a Bahía Fox, zona en la que se asentarían para la defensa de las islas.
“Cosa que nos vamos enterando con el tiempo, imaginate la dimensión de esto, vuelvo a repetir, en dos meses que te esté pasando todo esto, bajar de un avión, subir al helicóptero, aterrizar sobre la cubierta de un barco, en el que además estaban los marinos con sus buzos anti flama tal cual como lo ves en las películas, la situación nos superaba mentalmente a todos nosotros, ya no era imaginación. Pero ni siquiera el hecho de haber presenciado la ceremonia de embarque de los restos del capitán Giachino y de otros soldados, que ya habían muerto en combate, hicieron que dimensionara la gravedad del instante que estábamos viviendo.”
En el rompehielos Almirante Irisar navegaron durante toda la noche y el hecho anecdótico lo constituye un intenso dolor de muelas que obligó a Bocha a concurrir a la enfermería de la embarcación. Más precisamente al consultorio odontológico.
“El rompehielos es como una especie de ciudad en su interior”.
Al tomar contacto con el profesional odontólogo e iniciar la conversación de práctica, sucede lo inesperado. Resulta ser que este señor de apellido Ruiz Doval, al contarle que era oriundo de Laboulaye, Córdoba, éste dice:
“Yo tengo amigos en Laboulaye”.
Para mi fue como tocar el cielo con las manos, tenía ganas de abrazarlo.
Resultó que el médico era amigo de la familia Barnard (tradicional familia de Laboulaye), mencionando al “Potaca Celso”, habiendo estado en varias oportunidades en la ciudad para visitarlos. Posteriormente a Malvinas, Bocha y Ruiz Doval se encontraron, reuniones que ayudaban a recordar momentos y situaciones muy especiales.
Un suceso inesperado y poco claro sucede al día siguiente: serían reembarcados y llevados nuevamente a Puerto Argentino, es decir, al mismo lugar donde habían partido el día anterior. La explicación que se dio: el rompehielos era demasiado grande para ingresar en las profundidades de la Bahía. Ya en el aeropuerto nuevamente estaba dispuesto un unimog (vehículo militar terrestre) y fue en ese momento cuando Bocha distinguió a un vecino de su ciudad, quién también estaba allí. Era Darío Damigela, chofer de un vehículo militar, que lo observaba a Bocha a través de un espejo retrovisor del móvil, y por medio del cual cruzaron un mutuo reconocimiento, sonriendo amistosamente. Mientras Bocha subía al unimog, rápidamente, a trote militar, portando el pesado bolsón en el que llevaban todas sus pertenencias, lo cual dificultó bastante el desplazamiento y movimientos, tornándose de a ratos, grotesco y gracioso.
Viajan hasta el puerto donde, en definitiva, son embarcados en un buque pequeño llamado Islas de los Estados ( con posterioridad y durante el desarrollo de la guerra esta embarcación seria hundida en combate) y desde allí arribarían a Bahía Fox, aproximadamente el 5 de abril. Allí serían recibidos por el alcalde de Fox, quién portaba un palo blanco con una bandera de igual color en señal de rendición. Desembarcan sin palo blanco con una bandera de igual color en señal de rendición. Sin mayores inconvenientes desembarcaban, instalándose en corrales y tinglados (lugares que visitará con ex combatientes 30 años después, percibiéndolos intactos). Allí los malvinenses criaban ovejas.
Durante ese viaje, recordaba Bocha, haber escuchado un tema de Palito Ortega:
“Me gusta el mar, tengo alma de navegante, mi bandera va adelante y mi corazón detrás”…
Una vivencia de película, rodeado de aquel espacio geográfico, sin tomar conciencia del momento histórico protagonizado.
Fox tenía el aspecto de una pequeña aldea, compuesta por unas doce casas habitadas por distintas familias, las que, a los pocos días serían evacuadas en una embarcación, dejando sus moradas abandonadas, valiéndose de esta circunstancia, el contingente militar se acomodaría en ellas, mientras procedían a cavar los pozos que servirían como refugio cuando comenzaran las hostilidades por parte de los ingleses. Aclarando Bocha:
“Recuerdo que compartíamos, yo dormía en un cuartito tipo lavadero o algo parecido, es decir, un espacio muy reducido en el que la cabeza daba contra una pared y los pies en la otra. Allí dormíamos con el Negro Hugo Sánchez, oriundo de Inriville, una población situada a unos doscientos kilómetros de Laboulaye”.
El resto se acomodó en las demás áreas disponibles en los galpones que estaban bien acondicionados y suficientes como para el descanso de varios soldados juntos. Además de los pozos que ya habían tomado forma como refugio. Por esos días también se iniciaron las prácticas y simulacros de combate instalado en Bahía Fox, donde no había armamento pesado ni artillería aérea adecuada. Por eso que con caños de PVC se simulaban cañones de baterías que vistas desde el cielo parecían elementos de combate en situación de repeleer el ataque.
Este tipo de cosas me gusta comentarlas y que se resalten porque como sucede en todos los ámbitos dentro del ejército hubo gente muy capaz, cuando hablo de tipos como el mayor Oscar Minorini Lima, el subteniente Villegas , el cabo Yapura, el sargento primero Arias, eran los jefes de los grupos que yo integraba, realmente me pongo de pie porque es gente que ha hecho honor a su vocación de militar, (…) yo tuve la suerte y el orgullo de tener a mi lado a gente como la mencionada, me tocó en suerte que sean mis jefes y hoy son mi orgullo.
“Te podían cagar matando en cualquier momento, ya sea a partir de un desembarco de tropas, un ataque aéreo, de allí que era necesario ubicarse una vez más en aquellos tiempos difíciles en que ellos como líderes de los grupos, debían agudizar el ingenio para hacer entender y tomar conciencia de la gravedad del entorno y de lo que realmente estaba pasando. L vida de ellos dependía de nosotros, todos valíamos una munición”.
Las responabilidades de que en Bhía Fox no hubiese armamento pesado para fortificar las posiciones eran compartidas por varios niveles del poder militar, especialmente aquellos que habían decidido la ocupación sin tener una idea precisa de cómo trasladar este tipo de poder de fuego hacia las distintas perspectivas de enfrentamientos, pero lo cierto es que tanto el mayor Minorini Lima como quienes lo acompañaban en la conducción de la unidad de combate allí estacionada no se quedaron paralizados por este ostensible desventaja sino que por el contrario, tomaron las medidas urgentes para al menos simular ante el enemigo que esa inferioridad en equipo no era tal y se realizaron rápidamente simulacros antiaéreos estableciéndose posiciones ficticias todo lo cual aparentaba o hacia pensar que había muchos más soldados y equipamientos de los que realmente poseían o sea que muchos pozos de resguardo se habían construido pero en realidad no estaban habitadas.
Fueron todas estrategias que analizadas ahora uno puede hacer su propia lectura, cuando nos juntábamos con ellos una vez al año y escuchábamos sus explicaciones vamos entendiendo algunas cosas, la manera en que se dieron y los porqué ocurrieron de esa manera. Se nota que ellos conocían la trama y cómo se fue tejiendo , al menos en ciertos aspectos, en otros más trascendentales , se podía entrever que no manejaban demasiada información”.
La tierra de Malvinas es muy dura y difícil de cavar, la primera capa de 10 centímetros no, pero a partir de allí se complicaba debido al endurecimiento en exceso d la superficie terrestre.
El primer contacto que tuvimos con los ingleses fue un ataque aéreo, nunca me voy a olvidar ya que me quedó grabado debido a las circunstancias en que se produjo. De las casas en las que vivíamos a las posiciones había una distancia de seiscientos metros (600) aproximadamente . Salíamos caminando con el negro Casina por arriba de la montaña y en ese momento cuando aparecen dos aviones de guerra británicos , desplazándose pasan por arriba de nosotros disparando ráfagas de ametralladoras cañoneando toda la superficie en la que nos encontrábamos (yo soy un protegido por Dios), ya que entre el gringo Casina y yo quedaban ráfagas de por medio, y al pasar ambos aviones disparando, quedó marcada como una especie de camino, lo que dió una idea de la potencia del fuego y el milagro que representaba estar aún con vida.