IV. Réquiem a Malvinas . últimos momentos. La rendición
Los combates mas fuertes se dieron en Bahía San Carlos y Ganso Verde allí fueron protagonistas entre otros Juan (Juancito) Cosaro y el (perro) Noel, ambos de nuestra ciudad, Juan Cosaro ya venía combatiendo por la vía terrestre desde San Carlos y se encuentran con el “perro” en Ganso Verde. En cambio en la zona de Bahía Fox (Zorro) no hubo desembarcos y por lo tanto, tampoco combates cuerpo a cuerpo el mayor riesgo, lo representaban los bombardeos aéreos y navales (ya nos hemos referido in extenso a los bombardeos navales). Durante el día la atención se centraba en el cielo mirando permanentemente y ante la posible aparición de aviones de combate británicos, se “gritaba” el alerta y rápidamente, había que ocupar las posiciones en los pozos para repeler la agresión, como no contaban con armamento adecuado para esta circunstancias, les disparaban a los aviones con los fusiles FAL, lo cual manifiesta Bocha:
“…es lo mismo que pretender bajar un elefante con una gomera…”.
Sin embargo resulta oportuno recordar tal como se hace notar en otros apartados que si allí no se produjeron desembarcos, eso sucedió justamente como consecuencia de la habilidad y capacidad de los oficiales y superiores, para simular con caños de PVC la presencia de cañones antiaéreos que en realidad eran una ficción, no existían. Cuando se ocasiona la rendición y los ingleses se dan cuenta de que las posiciones eran totalmente fingidas y que la cantidad de soldados no era la que se suponía al observar desde los aviones y los satélites las posiciones aparentadas: “se querían morir”. El comandante inglés, a cargo de las operaciones de rendición y toma de prisioneros en Bahía Fox, le manifestaba al subteniente Villegas:
“Que para ellos hubiese sido mucho mas simple y sencillo el desembarco en Fox, debido a su perspectiva geográfica, la cantidad de soldados y el armamento a arriesgar eran muy inferiores a los que se debieron utilizar en Darwin y San Carlos, lugares en los que debieron exponer mucha gente y utilizar armamento altamente sofisticado para tomar las posiciones…”.
No caben dudas que este ingenio argentino para aparentar algo que estaba totalmente fuera de la realidad, logrando engañar nada menos que a un ejército profesional y experimentado como el inglés es una de las tantas heroicidades que la deformada historia oficialista sobre la guerra de Malvinas hoy no menciona ni destaca, solo está en el ánimo el desprestigiar y desacreditar a las Instituciones Militares, sin importar que ellas como otras de las tantas que existen en el país están compuestas por seres humanos, buenos y malos y que por lo tanto éstos son los que deben responder por sus actos y ser castigados y no la Institución a la cual representan. Pero lo notable es que, esta picardía, tiene el enorme valor agregado de haber salvado la vida de todos los soldados componentes de esta Compañía, el combate cuerpo a cuerpo en esa zona, con escaso armamento, munición y personal hubiese sido muy costoso en vidas humanas, dice Bocha al respecto:
“…Por eso cuando yo hablo de que hubo gente muy capaz, es porque a ellos, les debo la vida…”.
Las únicas alternativas desfavorables que en ese sentido deben subrayarse es la vivida por un soldado de apellido Palma (Palmita), oriundo de James Craik que perdió una pierna al pisar una mina antipersonal, mientras que otro soldado de apellido Gallini de la ciudad de Río Cuarto, se provocó una herida el mismo en una pierna disparándose con el fusil. El momento de la rendición, debe haber sido el más espinoso tal vez por lo inesperado, ante las informaciones favorables a la Argentina y de acuerdo al desarrollo de la contienda que se podía inferir, a partir de ciertos informes periodísticos. Se expresa Bocha, con respecto a la experiencia que le dejó ese momento:
“…Me había levantado para cumplir con la guardia, mi turno se iniciaba a las dos (2) y finalizaba a las cuatro (4) de la mañana, la posición a cubrir estaba delante del pozo, junto al Sargento Arias en primera línea. Inesperadamente, se hace presente el subteniente Villegas, nos dimos cuenta de que estaba acompañado por soldados ingleses (no recuerdo bien si dos o tres de ellos). Me pongo de pié y es allí cuando delante de todos nosotros aparece lo que en un principio me dio la sensación, era una ciudad llena de luces, pasado el segundo de sobresalto inicial, nos dimos cuenta de que se trataba de una enorme embarcación, sin poder establecer si era argentina o inglesa; hasta que finalmente el subteniente Villegas utilizando los códigos militares, me pide la identificación, lo hago e inmediatamente me explica…” “…soldado, la guerra ha terminado váyanse a dormir con la frente bien alta, porque nosotros no nos rendimos, hemos recibido la orden de rendirnos, vaya y descanse soldado…”.
Tales las palabras del “gringo” Villegas, nosotros hemos recibido la orden de rendirnos, palabras impactantes hasta el día de hoy suenan como campanas de gloria para la Compañía de Ingenieros que cumplió su cometido en Bahía Fox, la sensación que domina a todos es esa; “la Compañía de Ingenieros, no se rindió, recibió la orden de rendirse”. Fueron a dormir, lo hicieron en el interior del pozo y al día siguiente cuando amanece, marcharon formando filas con los ingleses custodiándolos. La clásica foto que pudo observarse en todos los medios de comunicación; cada soldado iba pasando dejando el fusil, el casco y el cinturón con las municiones, llegando a formarse una especie de gran montaña con todo el material bélico del que por otra parte se desconoce el destino que tuvo. En las mentes adolescentes, este momento no podrá borrarse jamás era dura la derrota, costaba asumirla luego del enorme sacrificio, las difíciles circunstancias y la manera en que se afrontó la contienda; es inevitable que intenten aflorar las experiencias vividas; ya todo parece ser historia, reciente claro, pero historia al fin.
A Bocha se le presentaron en su mente, los diálogos con quién era su compañero de pozo y las largas e interminables horas pasadas junto a él, tanto que hasta se perdía la noción del tiempo y de la existencia misma. A la luz de un candil, realizado con una pequeña botellita y una mecha que alumbraba muy poco de todas maneras, o sea que siempre estaban en penumbras, contaban cada uno a su tiempo, vivencias de sus pueblos Javier Ormazábal tal el nombre de su colega, Javier era oriundo de Coronel Moldes y se explayaba sobre programas de radio que escuchaba en la emisora de su pueblo, mientras que Bocha hacía lo propio con sus aventuras en la confitería Zenko (funcionaba sobre calle Mitre, hoy el cielo eventos); siempre tratando de buscar puntos en común que animaban a soportar el tedioso e interminable paso del tiempo. Este “…amigo del pozo…” como le llama Bocha, hoy prácticamente está desaparecido, nunca concurrió a los encuentros que ex integrantes de la Compañía de Ingenieros realizan anualmente, al regreso de Malvinas, estuvo en una oportunidad en Laboulaye, visitándolo, luego se comunicaron telefónicamente una sola vez y a partir de ese momento, nunca más volvió a tener noticias de él:
“…este tema de Malvinas, cada uno lo pone en el espacio que le resulte menos doloroso o traumático; mientras la gran mayoría a arraigado en si mismo esa necesidad imperiosa de verse, hablarse y abrazarse, al menos una vez al año o ante algún acontecimiento en particular, otros muchachos decidieron hacer un corte definitivo, poner un final abrupto a esa etapa de sus vidas…cerrar la cortina…y nunca más….”.
….”. Con Ormazábal la convivencia fue excelente durante todo el período de desarrollo del conflicto, jamás hubo una discusión, con personalidades muy similares, el único peso casi insoportable era sobrellevar el lento andar del tiempo, dándose la paradoja de que prácticamente, era el pozo que los tenía solo a ellos dos como sus solitarios habitantes; en los demás había tres y hasta cuatros soldados por cada espacio ocupado. Se puede afirmar categóricamente que el pozo era el lugar donde vivían ( de hecho, lo habitaron casi setenta (74) días), por lo tanto debía estar construido de una manera tal que permitiera estar de pié o acostados (no sentados); esas debían ser las dimensiones aunque vale la pena recordar que durante el día, permanecían fuera de él, dado que el frío intenso, exigía realizar movimientos permanentes aunque siempre en un radio determinado, sin alejarse demasiado de forma tal que, al producirse una alarma a raíz de la presencia de aviones británicos permitiera llegar e introducirse rápidamente en su interior. Tampoco era conveniente la presencia prolongada sin salir al exterior por cuanto los niveles de depresión, provocaban en cada uno efectos nefastos, difíciles de tolerar. El permanecer dentro del radio asignado, era fundamental para la defensa ante cualquier ataque desde el aire; los movimientos que se hacían en bloque, estaban coordinados previamente y por alguna cuestión especial, como concurrir a escuchar misa por ejemplo, se trataba ya de un desplazamiento generalizado de la Compañía.
. Todas estas evocaciones, se agolpaban en la memoria de Bocha, cuando luego de la rendición, eran trasladados por soldados ingleses en helicópteros hacia esa gran embarcación ya descripta, su nombre no lo tiene presente, aunque la permanencia allí no fue muy prolongada, manipulando una especie de barcazas (las mismas que utilizaban para desembarcar y ocupar posiciones terrestres), los británicos los reubicaron definitivamente en el Norlan que sería el encargado de trasladarlos al continente directamente, sin previo paso por el Uruguay.
“…son imágenes que me han quedado muy grabadas cuando nos van pasando a las barcazas, la noche estaba completamente estrellada éramos entre quince (15) y veinte (20) soldados por cada una de ellas, íbamos ascendiendo al Norlan, las primeras horas fueron de mucho rigor, en definitiva, para ellos se trataba de prisioneros de guerra, hasta que con el transcurrir de los días, la situación fue cambiando y el trato resultó algo mas cordial y por sobre todas las cosas, muy respetuoso…”.
Los instalaron a todos en la bodega del barco, tal vez lo más negativo y difícil de asimilar fue el hecho de que había que hacer las necesidades fisiológicas en un balde de diez litros y delante de todos los demás, una vez finalizada esa necesidad:
“…le pegabas el grito a un guardia, te iban apuntando y un boludo iba con el balde lo arrojaba al mar y el recipiente volvía a su lugar…”
Todas estas penurias, no hicieron otra cosa que solidificar a fuego una amistad que se construyó vivenciando las mas duras y degradantes de las desdichas humanas, dice Bocha: “…esto que parece una cosa loca, desde ese lugar y desde ese punto de vista, esas cosas en la guerra suceden y hasta lo insignificante parece importante el acostumbramiento de cagar y mear con los demás, sentados al lado tuyo…”. El aspecto positivo estuvo dado en la alimentación, luego de ascender al Norlan, recibieron un plato de comida caliente, parecida a un guiso, pero luego de tantas privaciones en ese sentido, esa comida era un verdadero manjar. Las cosas mejoraron, la bodega se fue despejando de soldados, trasladados a distintos camarotes en los que alojaban a cuatro (4) por cada uno de ellos, a partir de ese momento solo bajaban a la bodega para comer y luego nuevamente los ubicaban en los camarotes previo paso por una serie de controles:
“…ahí pude pasar la medalla que yo tenía, la bolsita de la plata de la colimba como era de tela no me la sacaron, el rosario me lo respetaron, pero recuerdo que había hecho unos escritos en papeles de lo que iba pasando, como un diario de las diferentes acciones de guerra, eso si, me lo incautaron todo, lo cual lamento mucho…” “…pero cuando te llevaban la comida al camarote, teníamos que pararnos, ponernos con las manos arriba, no hacer ningún tipo de movimiento, al golpe en la puerta y abrirse ésta, un inglés alcanzaba la comida y dos apuntaban con el arma de guerra, no había que hacer ningún tipo de movimiento sospechoso, la ración consistía en una cajita de leche, un huevo duro, , dos fetas de queso y un tipo de fiambre, creo que un trozo de pan y un cigarrillo…”
El traslado se prolongó por espacio de tres días y dos noches, hasta arribar a Puerto Madryn, desembarcados en ese punto geográfico, son inmediatamente llevados en colectivo hasta Trelew, luego de alimentarlos con mate cocido y pan; la compañía de ingenieros es transportada en avión hacia Comodoro Rivadavia; ante la presencia de un número importante de medios de prensa, se decide ocultarlos, lo que hizo que se estacionaran vehículos del ejército fuera de la vista de éstos de manera tal que, bajaban del avión y automáticamente ascendían a los camiones a los fines de evitar el contacto directo. Son alojados en la Compañía de Comunicaciones del Regimiento nueve (9) con asiento en Comodoro Rivadavia. Desde ese mismo momento, comienzan a realizarle una tarea de intensa recuperación física, consistía fundamentalmente en una alimentación muy rica en proteínas varias, además de la higiene y el cambio de vestimenta:
“…ahí nos despojamos de la ropa que teníamos, en Malvinas y durante el conflicto, no nos bañamos nunca, recuerdo que al sacarme el calzoncillo largo, partes del interior de esta prenda, habían quedado pegadas a la piel, para descansar lo único que nos sacábamos eran los borceguíes y el casco, en iguales condiciones estaban las medias, dos pares, ambos puestos en los pies para evitar el frío, esto nos da una idea de lo dura que fue la vida en el interior del pozo…” .
Es uno de los graves problemas que lo afligen actualmente, el enfriamiento en los pies, ha dejado secuelas importantes como la perdida de sensibilidad por momentos y la necesidad de usar medias (dos pares) de un modo permanente. El frío en los pozos era insoportable y las manos también sufrieron las consecuencias, a pesar de tener guantes, su uso continuado hizo que prontamente se deterioraran de tal manera que: “…ya no servían para nada…”; entonces quedaba el recurso del aliento cálido de la boca para aliviar los efectos de tan baja temperatura: “…habían cuereado una oveja, logré obtener unos trozos de cuero y los ubiqué en los borceguíes, en la planta de los pies, al rato el olor era tremendo, pero el frío terrible…”. El clima implacable se ensañaba especialmente con los dos únicos habitantes del último pozo, ya que en los demás, al ser cuatro (4) o cinco (5) sus ocupantes, entre todos habían logrado construir especies de estufas o braseros con los que se calefaccionaban, realmente: “…la pasamos muy mal…”. Otro gran inconveniente se presentaba a la hora de recibir la comida, al ser el pozo mas alejado era el último en receptarla y siempre con lo que quedaba casi como sobrante, es decir la de menor calidad y escasa en cuanto a el volumen de la porción, es decir: “…con mi compañero Ormázabal no solo nos cagábamos de hambre, sino también de frío…”. Se comía un guiso de cordero, con agregado de alguna papa hasta que comenzaron a escasear los corderos (todos los días se sacrificaban para alimentar a todos los que estaban en la Bahía, por lo que los últimos días era solo agua caliente con algún trozo de carne “…muy a las perdidas…” “…el tema de la comida para nosotros, caso mío y de Ormazábal era terrible, no comíamos un carajo…”. El mate cocido se servía con pedazos de pan y allí su oficio de panadero, hizo que en una oportunidad elaborara pan utilizando como materia prima alimento balanceado para aves, con eso y el mate cocido se podía soportar con mayor fortaleza, el hambre y el frío.
. Por otra parte, Bocha contaba con la tolerancia de sus compañeros, él no tenía la disposición para ingresar a las viviendas y sustraer comida, de allí que sus compañeros como es el caso de Carlitos Casina, Vilches y Balmaceda, le daban alimentos y cigarrillos (en esa época fumaba), que sacaban de las viviendas, recordando que sus moradores habían sido trasladados a otro punto de las islas. “…lo que devorábamos mientras hubo, leche en polvo, comerla con la cuchara era un manjar realmente…” “…también la papa o la batata introducirla en el fuego y cuando se quemaba la cáscara, abrirla en dos partes y comerla utilizando una cuchara…”. El inconveniente de este tipo de alimentación era que provocaba en algunos soldados serios problemas estomacales e intestinales con lo que, ante la eventualidad de tener que entrar en combate, esta circunstancia sería un serio obstáculo para la lucidez y concentración que se requería para un momento tan traumático; en consecuencia y desde los mandos superiores, se había prohibido de manera terminante esta forma de sustentarse.
“…una vez, habíamos prendido fuego en un galponcito, con la finalidad de secar la ropa, ya para ese entonces, habíamos recibido la orden de no cocer mas papas, ni batatas directamente en el fuego, pero desobedeciendo esa directiva, habíamos puesto una papa a cocinar, en ese instante, aparece el cabo Yapura (suboficial oriundo de Salta), un fenómeno de soldado y también como persona, al igual que los demás oficiales y suboficiales de la compañía; este episodio me gusta contarlo, son lecciones de la vida al igual que cuando tu viejo te pega el chirlo en el momento justo, cuando luego creces en la vida, siempre agradeces ese chirlo, fue lo que me sucedió a mi con Yapura …” “…al preguntar ¿de quién es esa papa?, yo respondo “mía mi cabo”, me dice “carrera mar a partir de ahora” y me sacó, a los pocos metros “me metió un patadón en el culo, tenía ganas de matarlo, te aseguro que en el momento tenía ganas de matarlo, después de algunos movimientos más me hizo regresar al lugar donde estaba, imagínate el veneno que yo tenía, me lo quería comer…Horas mas tarde y estando en el pozo, llega Ormazábal y me dice: “Carrara, el cabo Yapura dice que vayas a su pozo”; concurrí y al llegar me hace ingresar al interior del pozo que ocupaba en ese momento; estaba leyendo un libro y me manifiesta: “…yo, soldado no le pegué porque soy más hombre que usted, lo hice porque yo necesito de su fusil, como usted necesita del mío, si yo le digo que no coman es porque tenemos que estar bien, mi vida depende de su fusil y la suya del mío, entonces nos tenemos que cuidar entre todos, usted haga de cuenta que soy un hermano mayor, no se crea que le pegué porque soy mas hombre, haga de cuenta que soy un hermano mayor, vaya y perdóneme, pero entienda que es así…”.
Fue para Bocha y lo específica abiertamente una verdadera lección de vida, por lo que era y lo que significaba un soldado para otro soldado en esos tiempos de la guerra y en los que resultaba fundamental pensar la vida. Posteriormente, y en los encuentros anuales que realizan los ex integrantes de la Compañía, Yapura no recordaba este suceso, hasta que al llevárselo a la memoria pudo recordarlo, generándose entre ambos un momento de significativa emoción, es que la historia se mostraba en su condición mas cruda, trayendo el pasado al presente para procesarlo y comprenderlo en su real dimensión. Es persistente a lo largo del relato, el reconocimiento de Bocha hacia quienes fueron sus jefes y superiores, oficiales y suboficiales en algunos casos muy jóvenes que mostraron en todo momento su capacidad, profesionalismo y vocación por la carrera militar por ellos elegida, es así como el primero (01) de mayo, unos de los días mas agudos y angustiantes en cuanto al bombardeo aéreo y naval por parte de las fuerzas británicas y cuando mas arreciaban las bombas sobre las posiciones de los diferentes grupos de combate, Yapura y Leandro Villegas salían de su pozo, y en medio de las bombas que caían desde todas las direcciones, hacían escuchar su voz de mando y aliento, arrastrándose cuerpo a tierra hacia los distintos pozos para comprobar el estado de quienes allí se encontraban y si no habían sido afectados por los proyectiles y esquirlas que explotaban constantemente, esparciéndose hacia diferentes puntos de las posiciones:
“…como están soldados, como están, eran sus voces en medio del ruido infernal…”
Ardua y espinosa la vivencia de esa fecha que quedó muy presente en la mente de todos, pero la actitud de aquellos que tenían la responsabilidad de conducir es lo que perdura y reconforta ante las críticas y distorsiones que se hacen hoy a esa porción de la historia, sin hacer distinciones entre cobardes y valientes, sin siquiera destacar los muchos actos heroicos que se escribieron con coraje y sacrificio. Villegas con el grado de subteniente y sus veintidós (22) años de edad y prácticamente recién egresado de la escuela militar demostró, gran valor y mucha audacia para superar todas las problemáticas que se le presentaron hoy continúa en actividad con el grado de coronel, oriundo de la ciudad de Venado Tuerto:
“…tanto Yapura como Villegas, son además dos seres humanos extraordinarios como personas, esas que uno siente honor y orgullo de haber compartido con ellos un pasaje tan trascendente de la vida de cada uno y poder contarlo y abrazarse al menos una vez al año…”
Retrocediendo una vez más en el tiempo y luego del desembarco en Madryn y el posterior traslado a Comodoro Rivadavia, la recuperación física y la entrega de ropa nueva y limpia permanecen tres (3) o cuatro (4) días allí para finalmente transportarse al asiento de la Compañía de Ingenieros en la localidad de Sarmiento, reciben la ropa de salida y son licenciados, viajan en tren hasta Bahía Blanca; a Laboulaye arriba Bocha un ocho (8) de julio, prolonga su licencia por un lapso de diez (10) días debiendo regresar y cuando eso sucede, reciben su licencia quienes habían quedado en la retaguardia, en el continente:
“…la baja definitiva, se produce el 14 de agosto de 1982, nos traen en avión hasta Córdoba en el aeropuerto de Pajas Blancas es la despedida definitiva, cada uno regresa en ómnibus a su domicilio…”, culminaba una etapa, era el fin de la guerra, abordaba otra disputa, tal vez más complicada que la anterior, el reinsertarse de nuevo en la familia y en la sociedad para tratar de superar con éxito, las heridas y las secuelas físicas y psicológicas que la guerra había grabado a fuego en las mentes, el espíritu, el cuerpo y los corazones de cada uno de los soldados, que como invariablemente acaeció a lo largo de toda la historia argentina, habían defendido a la patria con voluntad y coraje pero siempre en condiciones desfavorables, desde los albores de las luchas por la independencia hasta la actualidad, el soldado argentino siempre sintió:
“el llamado de la nación, que lo hace con sus hijos para que la defiendan, educando sus corazones en el amor a su bandera, y preparando su espíritu en los nobles y elevados sentimientos de honor y patria…”