Luis "el Bocha" Carrara, fue uno de los tantos jóvenes que debió combatir en las islas australes. Tras más de 12 horas de entrevista, compartiremos una serie de entregas donde "Las Malvinas y Luis" traducirán la heroica y difícil experiencia en la antesala de los 40 años del inicio de una guerra imborrable y por eso sellada en lo más profundo de nuestra memoria nacional.
Introducción
Una vez finalizado el conflicto entre Argentina e Inglaterra por las Islas Australes como se lo denominaba en aquél momento de la Historia, fueron muchas las versiones que una elevada cantidad de sus protagonistas escribieron en diferentes formatos explicando su visión sobre las causas, el desarrollo y sus consecuencias, como así también las proyecciones futuras. De todas estas versiones hubo una que particularmente me ha impresionado favorablemente y es la escrita por quién fuera canciller del gobierno militar, el doctor Nicanor Costa Méndez , quién tuvo a su cargo la difícil tarea de justificar ante el mundo semejante decisión, dejándome muy conmovido luego de sus discursos ante la asamblea de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Una versión que no pudo ser revisada ni ajustes ideales ya que el doctor Costa Méndez fallecía el 2 de agosto de 1992. Pero que respeta los lineamientos generales, al reflejar con su testimonio argumentos vividos, verdaderos, al provenir de aquellos que vivenciaron, en diferentes escenarios, la evolución de la guerra. Esto mismo es lo que intentamos transmitir con la experiencia vivida de un joven laboulayense llamado Luis y conocido como Luis “Bocha” Carrara.
Decía el doctor Costa Méndez:
“Describiré los hechos tal cual los vi (…). Quisiera, en verdad escribir una historia fiel y serena del conflicto. Pero esa historia no puede dejar de ser también la evocación de una gesta argentina heroica, de una lucha apasionada y noble de un pueblo por la integridad de su territorio y por el ejercicio de su plena soberanía sobre toda la extensión de el (…)” .
Gesta HEROICA y APASIONADA son los valores que Luis “El Bocha” Carrara (en adelante Bocha) me transmitió a lo largo de toda la entrevista. Conceptos también extraídos de una carta enviada por el a sus familiares pun 8 de abril de 1982:


El Bocha tenía apenas dieciocho años cuando procesó y escribió estos pensamientos los que, por otra parte, serán los que nos guiarán a ambos por este difícil e intricado laberinto que nos presenta este tramo de la Historia.
Capítulo I: Incorporación a la fuerza ejército. Instrucción y Malvinas
Su incorporación a la fuerza Ejército, se produce el 2 de febrero de 1982. El tiempo de instrucción fue de apenas cinco (5) días ante una serie de estudios médicos a los que fue sometido debido a un problema de salud. Las instancias previas a esta situación originaron que la presentación inicial, previa al aislamiento definitivo, se realizara en la ciudad de Río Cuarto. Precisamente en el Distrito Militar de Holmberg. De allí son trasladados en tren de pasajeros contratado por el Ejército hasta la ciudad de Córdoba. La información que se manejaba era que el destino definitivo sería la provincia de Chubut, Regimiento 9 (nueve) ya que ese territorio iba en rotación anualmente (cordobeses y porteños). Expresando Bocha: “De hecho cuando llegamos eran todos porteños”.
Del viaje en tren hacia Córdoba rescataba anecdóticamente que la comida al ser envasada con anterioridad despedían un olor muy desagradable, por lo que eran arrojadas desde lejos hacia sus destinatarios.
El impacto de llegar a Córdoba y ser recibidos por miembros de la Policía Militar, también marcó al Bocha:
“(…) Fue el primer impacto fuerte, ya que evidentemente de la vida civil a la militar el cambio era muy profundo, en primer lugar no había una idea clara de lo que nos esperaba, nos trataban como trapo de piso, el primer contacto fuerte que tuvimos”.
Comenzaban entonces a avizorarse situaciones completamente nuevas, había que andar al trote (paso militar). Bajo esas condiciones serían llevados a una compañía (sin recordar su nombre), pasando la noche, acostados en colchonetas dispuestas en el piso. A la hora seis (6) del día siguiente ( sin desayunar y aún con la sola ración de bolsitas con alimentos repartidas en el tren). Lego de despertarlos, se los trasladaba al aeropuerto Pajas Blancas y desde allí en un un avión Foker de la Fuerza Aérea al que le habían quitado los asientos, debiendo acomodarse en el piso en vuelo a Comodoro Rivadavia, provincia de Chubut.
Si la llegada a Córdoba les provocó una sensación difícil de explicar este arribo a Comodoro Rivadavia, en el sur del país incrementó aún más esa impresión de encontrarse en un mundo totalmente nuevo y distinto a la vida civil que abandonaba a partir de ese instante.
“ Cuando llegamos nos estaban esperando suboficiales que desde un principio nos gritaban, dándonos un trato de tono netamente militar, procurando hacer entender claramente que hasta ese momento éramos los nenes de mamá pero a partir de ahora eso se terminaba y ya van a ver lo que les espera. Yo me ubico en la época con la edad que tenía , apenas dieciocho (18) años y es lógico que eso sucediera. Trato en este relato de instalarme en ese momento de la historia, para analizarlo y comprender, no hay otra manera , es cierto, si hoy lo vemos desde el punto de vista de la Democracia tal vez se aprecien errores, pero en ese período hay que entender que pasaran esas cosas.”
El itinerario no finaliza en Comodoro Rivadavia, en caminos u ómnibus (sin recordar exacto) seguirán esta vez con un destino final: el pueblo de Sarmiento en la misma provincia de Chubut.
“Llegamos a Sarmiento. Nos queríamos morir, claro el sur es diferente en todo, un viento que raja la tierra, un frío que ni hablar. Íbamos a un lugar totalmente desconocido, no solamente el lugar, también el ambiente, el mundo militar, era realmente deprimente.
De todos modos el cúmulo de situaciones negativas se ve de algún modo alterada dentro de la guarnición militar Sarmiento, tenían su asiento cuatro (4) o cinco (5) compañías entre ellas el régimen de infantería veinticinco (25). Este regimiento ya había incorporado soldados de la clase anterior (1962) que en su momento habían sido dadas de baja y vueltos a ser reintegrados entre ellos se encontraban vecinos de Laboulaye como son los casos del “Bomba” Dominguez y el “pollo” Valli (quienes finalmente terminarían combatiendo en Malvinas). En ellos, encontraron los recién llegados a la guarnición Sarmiento, un respaldo que les hizo sentirse muy bien, provocando un cambio de ánimo muy significativo. Mientras, Bocha seguiría insistiendo con su problemática médica haciendo hincapié en sus dificultades de salud (convulsiones). No obstante ya le habían cortado el pelo y tenía todas las características de un soldado ya incorporado. Lo llevarían a una enfermería, allí pasa la noche y en un momento determinado recuerda que se le hace presente para saludarlo Mohamed Alí Seineidin, conocido como el Turco Seineidin, quién en aquel momento era el Jefe de la Guarnición Militar de Sarmiento. Regresó a Comodoro Rivadavia a los fines de una nueva revisión médica a partir de sus estudios clínicos, transcurren varios días en esa situación lo que trae como consecuencia negativa el no haber participado activamente en los primeros días de la instrucción (sólo tuvo cinco (5) días de adiestramiento antes de los eventos de Malvinas), ya que finalmente quedó incorporado con el apto absoluto.
“Fijate vos como son las cosas, recuerdo como si fuera hoy, el subteniente Villega estábamos todos afuera de la cuadra ( en la que dormíamos) al poco tiempo de ser incorporados, te van sacando por los oficios, te iban preguntando a que te dedicabas en la vida civil. Cuando me preguntan: ¿qué sabe hacer usted recluta?, respondí: soy panadero. Sabía que en la guarnición había una panadería y necesitaba ser atendida. Como son las cosas, el desierto, en ese momento venía caminando el subteniente Villegas, él me mira y me dice: yo a usted lo quiero soldado mío, no va a la panadería, lo quiero en comando, me gusta la cara de loco que tiene.
Textuales pa1abras, claro, yo un gringo asustado, de ojos claros, abría los ojos como el dos de oro. Cuando nos encontrábamos con Leandro Villegas, siempre bromeábamos con estas situaciones que se dio en aquel entonces.”
En el período final de instrucción, se incorpora en la última fase de preparación, además de lo tradicional (salto de Rana, cuerpo a tierra), el uso de armas de fuego, específicamente el fusil (FAL) que no dejaba de tener sus especificidades. Así, Bocha observaba a quienes estaban a su lado, para aproximarse una idea. La práctica de tiro consistía en hacer fuego a un cartón desde diferentes posiciones, parado, arrodillado, cuerpo a tierra.
“Bueno creo que con el fusil ni al cartón le pegué, yo los había mirado a los otros como se ponían, como apuntaban. en mi puta vida había usado un arma.
El fusil FAL al momento de hacer fuego debe estar correctamente afirmado en el hombro de lo contrario mueve el cuerpo de manera violenta hacia atrás. Los últimos días de la instrucción resultaron muy intensos en cuanto a las distintas actividades desarrolladas consistentes en principio, en una especie de circuito con obstáculos que debían sortearse escalonadamente como por ejemplo luego de arrojarse una granada de humo para impedir la visual, debían arrastrarse en posición de cuerpo a tierra pasando por debajo de un alambre extendido a muy pocos centímetros del suelo; de allí superada la instancia, pasaban a unas barras que debían atravesarse colgando sosteniendo el cuerpo con los brazos (fuerza de brazos). Y finalmente y a la vez la prueba más dura y difícil, se extendía una cuerda (soga) desde una orilla hacia la otra de un lago y debía atravesarse (de orilla a orilla) acostado sobre la soga boca a abajo, tratando de no caer al agua, mientras los suboficiales encargados de entrenamiento movían intensamente la cuenta y se debía resistir ese movimiento sin caer.
“Me acuerdo, de haber tenido el honor, creo que fuimos tres los que habíamos logrado cruzar y uno de esos tres era yo. Claro en una época de mi actividad futbolística, yo me encontraba muy bien físicamente”.
De todos modos el mojarse era inevitable ya que quienes lograban franquear el río sin caerse de la soja luego debían transponerlo caminando, con el agua a la altura del pecho. En el sector contrario, aguardaba la llegada un suboficial, que al viento expresaba:
– Vayan a aquella carpa que les van a cambiar la ropa.
Claro, salir del agua con la ropa toda mojada, la sugerencia era aceptada inmediatamente, pero a penas realizabas el movimiento de abrir para ingresar a la carpa, lo recuerdo como si fuera hoy, una mano te tomaba a la altura del pecho, arrojándote violentamente al piso y recibiendo sin ninguna explicación golpes en todo el cuerpo, la oscuridad era total dentro de la carpa, lo que dificultaba aún más comprender lo que estaba pasando. De todos modos y como los atacantes eran varios, había que tratar de defenderse de cualquier manera. Me quedaron grabadas las marcas en el cuerpo durante mucho tiempo de las agresiones hechas con un teléfono magnético. Quienes golpeaban se envolvían el cable del teléfono en la mano y pegaban con el aparato.
Se trataba concretamente de establecer el grado de resistencia física a posibles tormentos que podían sufrir en caso de caer prisionero del enemigo.

Hubo luego un período final de alistamiento, que se prolongó por el lapso de dos semanas. Consistía la actividad en formaciones especiales en cadena, la modalidad, caminatas en las que participaban entre diez(10) y doce (12) soldados, se simulaba la posibilidad de un ataque enemigo y se adoptaban las diferentes posturas corporales para evitarlo, arrojándose cuerpo a tierra y adoptando diferentes dibujos y opciones de combate, simulando con toma de objetivos.
“Recuerdo, que estaban construyendo, una casa de grandes dimensiones en la entrada al pueblo de Sarmiento, nosotros fuimos a hacer un simulacro de toma de dicha vivienda en la que se ponían en práctica diversas técnicas de ingreso y egreso luego de cumplir los objetivos propuestos.”
El alistamiento se prolongó durante dos semanas, cambiados con ropa de combate con el bolsón listo hasta que en un momento determinado, llegó la orden de partida hacia Comodoro Rivadavia, situación que se verifica a las dieciocho (18) horas del día primero de abril del año mil novecientos ochenta y dos arribando aproximadamente a la hora veintidós (22). En total eran unos setenta (70) integrantes entre soldados oficiales y suboficiales el traslado se realizó en camiones grandes del Ejército, mencionando que debieron cargarse los bolsones que contenían distintos materiales (ropa, equipamiento, armamento y casco) y elementos personales lo que implicaba un peso de entre veinticinco (25) y treinta (30) kilogramos cada uno de ellos. El arribo a Comodoro y el descanso se produjeron en una Compañía del Ejército cuyo nombre no recuerda, pero si que debido a la gran cantidad de soldados, él y otros compañeros, terminaron durmiendo (utilizando el equipo de descanso), debajo de unos camiones; hasta ese momento nada se sabía de la cuestión Malvinas, ya que no tenían acceso a la información periodística y la orden para el traslado de los efectivos se había dado con la premisa de que sería para completar el período de instrucción final que según comentarios se efectuaría en Río Gallegos, Provincia de Santa Cruz.
Al día siguiente a las seis (6) de la mañana estimativamente, son despertados, alistados, se les sirve un mate cocido en la cocina de la dependencia militar donde habían pasado la noche. Luego, ellos son formados y se les ordena subir a un avión Fokker de la Fuerza Aérea Argentina. Ya ubicados en su interior, y con los cinturones abrochados , en ese momento se pone de pie el subteniente Villegas. Nunca me voy a olvidar palabras textuales del gringo Villegas:
-Hemos recuperado nuestras islas Malvinas, nos pueden recibir con whisky o con sangre.
Foto principal: Claudio Molinari