Todos señalan al caudillo Martelli y a sus seguidores, “al chacalismo martelista”. Así indica el diario El Mentor, en su publicación del 10 de noviembre de 1912, a los responsables del violento encuentro que se efectuó en General Levalle una noche de panfleteada entre un grupo de militantes radicales y los martelistas, es decir, oficialistas, conservadores y allegados ideológicamente al inminente gobernador Ramón José Carcano.
El contexto
Francisco Martelli fue uno de los fundadores más renombrados de la localidad surcordobesa de General Levalle. Un administrador secundario de las tierras que poseía la firma de un pariente del mismo apellido, Genoud, Benvenuto & Martelli, y que logra establecer prontamente vínculos de poder que lo posicionan como un caudillo en la región.
La localidad, ubicada en el extremo sur de La Gran Colonia, se funda en 1903 y la fecha de aprobación fue el 7 de julio según consta en los registros de catastro. Dentro de las obligatoriedades de los colonos, estaba justamente colonizar y este proceso adquiría dos características específica en la zona pampeana: avanzar la frontera agrícola y fundar localidades.
El Mentor, por su parte, no es un diario menor. Se comienza a publicar en 1912, apenas unos meses antes del acontecimiento aquí narrado, bajo la dirección de Nicolás Valdettaro y con la colaboración de Agustín Carballo. Ambos socialistas, uno residente en Levalle y el otro en Laboulaye, le dan una impronta fuertemente reivindicatoria al periódico. Paralelamente, cuando el agriarismo toma fuerza en la provincia de Santa Fe con el Grito de Alcorta y contra la misma firma Genoud, Benvenuto & Martelli colonizadora de las tierras locales, El Mentor relata un violento enfrentamiento político no sin tomar parte por uno de los involucrados: los radicales.
Los titulares
Nada llama más la atención al releer fuentes periódicas antiguas que la visión de los hechos y cómo se comunican, cómo se expresan. La distancia temporal siempre atenúa los efectos emocionales del acontecimiento y el lector, queda preso de un sentimiento apático que racionaliza y enfría la incómoda relación.
En este caso, sin embargo, parce haber una ínfima conexión entre 1912 y 2020, un túnel temporal mediante el cuál se filtra a través de los títulos y los párrafos el impacto que ocasionó hace ya más de 100 años aquel hecho violento en la joven localidad.
Salvaje crimen del oficialismo. Los matones de los caudillos en acción. El ingeniero Ojeda gravemente herido. Quien armó a los desgenerados [sic] criminales. La opinión pública señala al Intendente Martelli como principal culpable. La policía a las órdenes de los criminales
Así encabeza la portada de aquel diario Nicolás Valdettaro que le dedicaría casi el número completo al relato de los hechos. Claro está, que el mismo director no era ajeno a los acontecimientos ya que fue saliendo de su propia imprenta cuando los militantes radicales fueron sorprendidos por, según sostiene la fuente socialista, matones oficialistas. El encabezado, continúa alarmando con una serie de subtítulos:
Emboscada infame y alevosa contra pacíficos y honrados ciudadanos. Cierre general en señal de protesta. Ernesto Benvenuto – Socio de Martelli – Y el Doctor Julio González Lelong se ausentan para la Capital Federal por estar amenazados de muerte. El pueblo sin médicos
El relato
La indignación es clara. Socialistas y radicales, en aquel entonces, tenían mucho en común y conformaban la oposición levallense al oficialismo conservador representado por Martelli. Éste, había organizado el plano y aprobación inicial del pueblo y estaba al mando del poder municipal desde 1903, hacía ya 11 años. Por otra parte, radicales y socialistas estaban en auge partidario tanto en la zona como a nivel nacional. El socialismo ya tenía participación legislativa hacía algunos años y el radicalismo expectante por los frutos que le retribuiría la recientemente publicada ley Sáenz Peña. El clima era efervescente. Los trabajadores rurales realizaban protestas y asambleas en varias partes del país y esta zona recibía un flujo migratorio interno proveniente de la provincia de Santa Fe que no traía solamente mano de obra; las ideas se colaban por las puertas traseras que no llegaban a cerrar los planes conservadores. Así, el enemigo estaba claro para estos sectores políticos que buscaban ascender.
El caudillo Martelli estraña que en el pueblo haya encontrado oposición, acostumbrado desde tiempo atras á hacer su voluntad, y comprendiendo que todo esfuerzo será estéril, quiere el esterminio de sus contrarios políticos.
[sic]
Valdettaro señala a Martelli sin tapujos, acusa a la policía local por no dar señales de vida y concibe que el pueblo en su totalidad es consciente de esta oscura alianza. Debido a esto, y según El Mentor, a la mañana siguiente del hecho, los comerciantes se niegan a abrir sus puertas en una clara señal de protesta. Pero ¿cuáles fueron los hechos?
La noche del martes 5 de noviembre de 1912 el presidente del comité radical levallense, el señor Nicanor Ojeda, acompañado por el protesorero Agustín Burrutia, el vocal Agustín Ojeda y Ricardo Urquiza se dirigen a la imprenta de El Mentor a buscar unos boletines en los cuales se transcribía un telegrama que desmentía declaraciones sobre el partido radical.
Pegados los carteles en inmediaciones de la imprenta, los radicales notan que un grupo de personas provenientes de la casa de Martelli habían arrancado los panfletos y pronto salieron a su encuentro. Nada amistosos los amigos del oficialismo, los increpa un tal Eudosio Díaz, revolver en mano, diciendo: «que aquella cuadra era suya, que por allí ni se pegaban carteles ni pasaba nadie porque á [sic] ellos les pagaban para impedirlo».
La refriega se avecina:
Los radicales ante tamaña é imprevista agresión sacaron sus armas, si bien en vez de hacer uso de ellas, y haciendo caso omiso de los insultos que se les dirigian, procuraron con razones salir del paso haciendo ver á los asaltantes su sorpresa ante un ataque tan injustificado tanto que uno dijo «Todos somos vecinos y no vamos á pelear»; guardando los del grupo, al parecer, las armas, invitando á los radicales que ya lo habian hecho.
[sic]
El primer trabucazo
En cuestiones políticas, sin embargo, y más en tiempos violentos, el diablo mete la cola. En el momento de las falsas modestias aparece en la escena un sobrino del entonces intendente, habla en voz baja con el grupo carcanista y, según los relatos recogidos por el diario, «en el acto el emponchado gritó ¡atrás! al tiempo que descerrajó un trabucazo que recibió íntegro el ingeniero Ojeda, el cual rodó instántaneamente, descargando en el acto todo el grupo de asaltantes con Gerónimo Villa al frente una verdadera lluvia de balas sobre los desprevenidos radicales [sic]».
Aquí el cenit de la contienda. El ingeniero Ojeda, hermano de Nicanor, fue herido en el rostro y, según sabemos por periódicos sucesivos, no muere instantáneamente y es trasladado a la ciudad de Buenos Aires. En el momento del hecho, queda tendido en el piso en compañía de su hermano quien además de acongojarse se protege de la balacera que se produce a su alrededor y ve, en el momento, como algunos opositores entran en la casa del intendente.
Los demás radicales huyen por las calles del convulsionado pueblo, no sin disparar a mansalva para atinar a sus perseguidores carcanistas, o a quien se cruce. Eudosio, el matón en jefe, le grita a un tal Gaggioni que acompañaba a sus correligionarios al esconderse en las instalaciones del comité «¡Parate, cobarde, que tengo órden de matarte!».
Ni un muerto más, sin embargo, fue notificado como consecuencia del hecho. El corolario, como se ve en los titulares, es la huida de algunas de las personas representativas del pueblo, como el único médico que había, por presuntas afinidades radicales tal vez, pero no queda muy en claro. Lo que si queda claro es el contexto de violencia política y social que podía surgir con la rapidez de un vendaval pampeano en la zona del surcordobés. El caso del chacalismo martelista, sin embargo, no es el único de la región y la relación entre política, violencia e ideas es común denominador en la crisis del orden oligárquico de la cual nuestra zona no estuvo exenta.
Fotos: Álbum Levalle antiguo en Historias Surcordobesas.